Cuando hablamos de reducir lo que estamos diciendo es que se debe tratar de reducir o simplificar el consumo de los productos directos, o sea, todo aquello que se compra y se consume, ya que esto tiene una relación directa con los desperdicios, y a la vez con nuestro bolsillo. Por ejemplo, en vez de comprar 6 botellas pequeñas de una bebida, se puede conseguir una o dos grandes, teniendo la misma cantidad de producto pero menos envases, no pedir bolsas en los supermercados a menos que sea necesario, reducir el consumo de papel, etc.
Si reducimos el consumo, disminuimos el impacto en el medio ambiente. Esta R está totalmente ligada a la concientización y la educación.
La reducción puede realizarse en 2 niveles: reducción del consumo de bienes o de energía. De hecho, actualmente la producción de energía produce numerosos desechos (desechos nucleares, dióxido de carbono...). El objetivo sería:
· Reducir o eliminar la cantidad de materiales destinados a un uso único (por ejemplo, los embalajes).
· Adaptar los aparatos en función de sus necesidades (por ejemplo poner lavadoras y lavavajillas llenos y no a media carga).
· Reducir pérdidas energéticas o de recursos: de agua, desconexión de aparatos eléctricos en stand by, conducción eficiente, desconectar transformadores, etc.
Reducir la emisión de gases contaminantes, nocivos o tóxicos evitará la intoxicación animal o vegetal del entorno si llega a cotas no nocivas. Actualmente, países europeos trabajan con una importante política de la reducción con el lema: La basura es alimento (para la tierra). El objetivo es producir productos sin contaminantes (100% biodegradables), para que cuando acabe su vida útil no tenga impacto en el medio, o éste sea lo más reducido posible.
Consejos para reducir y ahorrar
Los consumidores pueden reducir, y de paso ahorrar dinero, gracias a varios consejos prácticos aplicables en los bienes de uso más cotidiano:
Agua:
La instalación de dispositivos específicos que evitan pérdidas y disminuyen el consumo, como los perlizadores, las griferías monomando o los cartuchos termoestáticos, contribuyen a controlar la utilización del agua y a que la factura sea menor. La aplicación de hábitos más sostenibles, como ducharse en vez de bañarse, no dejar abierto el grifo o usar cisternas con consumo variable en función del empleo que se las dé, sirve también de gran ayuda.
Los electrodomésticos que utilizan agua, como lavadoras o lavavajillas, han mejorado en los últimos años y ya consumen menos que realizar sus funciones de forma manual. A la hora de comprar uno, es conveniente fijarse en los consumos de agua de los diferentes modelos.
El agua virtual, es decir, la consumida para elaborar, empaquetar y transportar los productos de consumo, supone un enorme impacto muchas veces desconocido: una camiseta de algodón requiere 4.100 litros de agua.
Alimentos:
Un tercio de la producción alimentaria mundial para consumo humano, más de 1.000 millones de toneladas, se pierde o se desecha, con un coste de más de 550.000 millones de euros, según la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Diversas medidas pueden reducir el desperdicio de alimentos y su impacto en el medio ambiente: organizar bien las compras o programar el consumo de alimentos para que no se estropeen; mejorar la cadena productiva; apoyar a los productores para que logren una gestión sostenible; no fijar como prioridad la apariencia de los alimentos; reducir los modelos de consumo que incitan al derroche, como los restaurantes de bufé libre; crear canales de cooperación entre comercios y ONG para aprovechar productos; o aumentar la conciencia ambiental.
Energía:
Al reducir el gasto energético se paga menos por unas facturas que no dejan de subir, y disminuye nuestro impacto ambiental. El consumo de energía supone el uso de combustibles fósiles, emisiones contaminantes y gases de efecto invernadero, etc.
Los consejos para disminuir el consumo de energía son muy diversos. Algunos conllevan una inversión inicial, pero se amortiza con creces: aislar bien la vivienda; no abusar de los sistemas de climatización; utilizar aparatos eficientes (bombillas de bajo consumo, electrodomésticos de clase A o superior); evitar el modo en reposo ("stand-by") de los aparatos electrónicos y, en general, cualquier sistema eléctrico que no se use; hacer la colada con programas de agua fría; instalar sistemas ecológicos inteligentes, etc.
La energía consumida como combustible también se puede reducir de diversas maneras: si no se puede evitar el empleo del coche privado, al menos conducir de forma "ecológica", utilizar el transporte público, ir a pie o en bicicleta siempre que se pueda o combinar estos medios de transporte sostenibles.
Los consumidores pueden reducir, y de paso ahorrar dinero, gracias a varios consejos prácticos aplicables en los bienes de uso más cotidiano:
Agua:
La instalación de dispositivos específicos que evitan pérdidas y disminuyen el consumo, como los perlizadores, las griferías monomando o los cartuchos termoestáticos, contribuyen a controlar la utilización del agua y a que la factura sea menor. La aplicación de hábitos más sostenibles, como ducharse en vez de bañarse, no dejar abierto el grifo o usar cisternas con consumo variable en función del empleo que se las dé, sirve también de gran ayuda.
Los electrodomésticos que utilizan agua, como lavadoras o lavavajillas, han mejorado en los últimos años y ya consumen menos que realizar sus funciones de forma manual. A la hora de comprar uno, es conveniente fijarse en los consumos de agua de los diferentes modelos.
El agua virtual, es decir, la consumida para elaborar, empaquetar y transportar los productos de consumo, supone un enorme impacto muchas veces desconocido: una camiseta de algodón requiere 4.100 litros de agua.
Alimentos:
Un tercio de la producción alimentaria mundial para consumo humano, más de 1.000 millones de toneladas, se pierde o se desecha, con un coste de más de 550.000 millones de euros, según la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Diversas medidas pueden reducir el desperdicio de alimentos y su impacto en el medio ambiente: organizar bien las compras o programar el consumo de alimentos para que no se estropeen; mejorar la cadena productiva; apoyar a los productores para que logren una gestión sostenible; no fijar como prioridad la apariencia de los alimentos; reducir los modelos de consumo que incitan al derroche, como los restaurantes de bufé libre; crear canales de cooperación entre comercios y ONG para aprovechar productos; o aumentar la conciencia ambiental.
Energía:
Al reducir el gasto energético se paga menos por unas facturas que no dejan de subir, y disminuye nuestro impacto ambiental. El consumo de energía supone el uso de combustibles fósiles, emisiones contaminantes y gases de efecto invernadero, etc.
Los consejos para disminuir el consumo de energía son muy diversos. Algunos conllevan una inversión inicial, pero se amortiza con creces: aislar bien la vivienda; no abusar de los sistemas de climatización; utilizar aparatos eficientes (bombillas de bajo consumo, electrodomésticos de clase A o superior); evitar el modo en reposo ("stand-by") de los aparatos electrónicos y, en general, cualquier sistema eléctrico que no se use; hacer la colada con programas de agua fría; instalar sistemas ecológicos inteligentes, etc.
La energía consumida como combustible también se puede reducir de diversas maneras: si no se puede evitar el empleo del coche privado, al menos conducir de forma "ecológica", utilizar el transporte público, ir a pie o en bicicleta siempre que se pueda o combinar estos medios de transporte sostenibles.
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